Daban las seis
Mulata se despertaba a esa hora siempre. Seis de la mañana. En todas las estaciones. Esta vez clareaba porque era principio de verano. Sólo le ganaba el viejo Teodoro y la peonada que se levantaban a las cinco. Ella a tranco lento pero seguro, se dirigió a la portera para abrir y dejar pasar a