Cada tanto iba a un boliche gay de la calle Jackson, había algo en ese ambiente que me fascinaba. Esa noche me acompañaba Malena, una amiga desde los cinco años, ahora teníamos cuarenta y dos y ese jueves prometía varios atractivos.
Había un show especial de estrípers, luego de la actuación que fue espectacular, miré a uno de ellos que me parecía joven y muy apuesto y traté de atraer su atención. Le invité a una copa y enseguida pude charlar con él.
Y ahí se me ocurrió; esa noche iba a terminar con él, con Diego. Tomamos mucho y me di cuenta que no estaba acostumbrado a la bebida, presioné todo lo que pude para poder lograr mi objetivo, acostarme con él. Realizar mi fantasía, sentir que podía atraer a alguien más joven que yo y además salir de una depresión originada después de mi reciente divorcio.
Al principio fue extraña la situación porque él me propuso ir a una especie de hotel que quedaba dos casas al lado del boliche. Le seguí con cierta preocupación y luego de subir una empinada escalera llegamos a una habitación chica, desordenada y con olor a cigarros. Tuvimos sexo, pero no fue satisfactorio para mí, Diego se durmió y me puse a revisar la pieza y a querer escapar cuánto antes de ese lugar. Revisaba y no sabía bien que buscaba, hasta que descubrí una billetera sobresaliendo de su pantalón; la abrí y para mi sorpresa estaba llena de efectivo. Tomé apresuradamente dos mil pesos, me vestí sigilosamente y me fui. Respiré el aire puro de la noche, hice una mueca de satisfacción, me reí bajito, paré un taxi y regresé a casa. Me sentí cansada pero poderosa y nunca me cuestioné… ¿por qué lo robé?