Portera adentro, como a cuatro cuadras del casco principal de la estancia, había un tajamar, no era profundo pero por la falta de cuidados y de lluvia se había tapado casi todo. Los gurises sabían poco de esa situación porque nunca se alejaban tanto de la casa, la piscina y el cuarto grande que reunía a la peonada. Casi todo su entorno rural estaba ahí, en ese predio. Beatriz agarró decidida a Gustavo, le puso unas alpargatas nuevas que le quedaban un poco grandes y se dispuso a una nueva aventura, llegar hasta el tajamar y conquistarlo. Estaba convencida que sería una isla de tesoros. Gustavo trató de desprenderse porque quería ir a ver a Mulata que le tenía preparada una sorpresa, galletas de coco untadas con dulce de leche casero. Intentó a media lengua decirle a Beatriz una mentirilla pero sabía ya de antemano… que perdería. Cuando a su hermana se le ponía algo en la cabeza no había cristos que la hiciesen comprender nada fuera de sus ocurrencias. Eduardo bastante alejado de ellos miraba la escena con especial interés y pensaba: a dónde irían aquellos …? Comenzó despacito a seguirlos, Beatriz llevaba a Gustavo bien agarrado de su mano, las alpargatas nuevas más de una vez quedaron por el camino y la gurisa volvía tercamente a buscarlas y se las ponía nuevamente. Gustavo comprendiendo que las galletas iban a estar ahí cuando regresaran de la aventura propuesta, dejó hacer dócilmente. Ponía los pies medio arqueados para que no se saliesen las alpargatas y tener que retrasar la marcha hacia esa isla de tesoros que le habían prometido. Caminaron cerca de dos cuadras largas cuando el sol comenzó a declinar. Beatriz paró un rato la marcha y se puso a recoger florcitas para armar un ramillete a modo de ofrenda. Dejó a Gustavo sentadito en un montículo y cuando se dio vuelta éste ya no estaba. Pensó se había escondido cerquita y comenzó a decir: -Tavitooo dónde estás? Nada. Buscó decidida y ya un poco asustada dando vueltas y más vueltas encontró una alpargata. Esta vez gritó fuerte, muy fuerte: -Gustavooo, Tavitoooo por dónde andas che? Dale que sino, noooo llegamos, te esperan las galletas en la casa.
Pasó el rato y siguió caminando hasta el tajamar pensando, dentro de su inocencia, que el pequeño se había ido sólo. Llegó cerca del tajamar o creyó estar cerca. Cuando se dio cuenta estaba sumergida pisando lodo y sintiendo que se hundía. Se aferró a una rama cerca y quedó quietita. Pero pasado el rato gritó por Gustavo nuevamente: -Tavitoooo ayúdame que me hundo…
Mulata en la casa viendo que Gustavo no llegaba y tampoco estaban a la vista Beatriz y Eduardo avisó a Manuel para ir a buscarlos. Caminaron por distintos lados y nada. Ya faltaba poco para que el atardecer nublara las vistas. Se sentía la voz de doña Chela que llegaba en la camioneta de hacer mandados, don Toto estaba en un remate con el viejo Teodoro y la peonada haciendo tareas.
Mulata de repente vio a Eduardo caminando en sentido contrario y que llevaba a Gustavo descalzo y a los empujones… se paró en seco, detuvo la marcha de Manuel y preguntó: -Qué anda haciendo Usté? Por qué lleva a su hermanito de esa manera y dónde está Beatriz?
Eran demasiadas preguntas para Eduardo que, furioso porque no había sido de la partida, llevaba a Gustavo a la rastra. Éste trataba de explicarles a Mulata y a Manuel por donde había quedado Beatriz. Mulata tomó a Gustavo en brazos y conminó a Manuel a apurarse para encontrar a Beatriz. Sintieron unos gritos: – Gustavooooo estoy acaaaaá…
Caminaron y llegaron al tajamar. Encontraron a Beatriz prendida de una rama llorando a moco tendido y diciéndoles que nunca más se iba a escapar a la isla de tesoros.
Manuel alzó a Beatriz, Mulata trató de calmarla y de llegar pronto a la casa para que doña Chela no viera en qué estado estaba. A Beatriz lo que más le preocupaba eran los pies descalzos de Gustavo. No podía dejar de mirarlos y pensar en lo lastimados que estaban y que todo era su culpa. Gustavo en brazos de Mulata le explicaba que Eduardo lo había encontrado y le había tirado las alpargatas nuevas porque no lo habían invitado a la aventura. Todo a media lengua y casi no se le entendía. Pero Beatriz escuchó el nombre de su hermano mayor y comprendió todo. Ya cuándo llegaran a la casa Eduardo iba a recibir su merecido.
Doña Chela descargando sola lo que traía de la camioneta, vio a lo lejos esa extraña caravana pero no distinguió gran cosa, siguió en la tarea y no prestó mayor atención. Cuando entraron a la casa por la cocina, Eduardo estaba comiendo todas las galletas de coco con el dulce de leche casero y relamiéndose les dijo: -Eso les pasa por no invitarme, jódanse… y las alpargatas… andá a saber dónde quedaron Beatriz! Vos tenés la culpa, por mañosa, cuando entre mamá le voy a contar todo.
Beatriz preguntó: -Eduardo cuántas galletas te comiste? Porque Mulata había hecho no sólo para Gustavo, sino para toda la familia y también para los peones.
Eduardo quedó pálido y confesó: -Todas, me comí todas y el dulce de leche también.
Beatriz sonriendo, a pesar de lo mojada que estaba le dijo: -Ahora el que te vas a joder sos vos porque te va a dar dolor de tripas y vas a pasar en el baño.
Yo ahora me meto en el baño, me doy un bañito y quedo bien, mañana le buscamos las alpargatas nuevas a Gustavo y las vamos a encontrar pero vos… vooooos vas a pasar cagáaaaandote vas a veeer.
Beatriz no era nada creyente pero lo último que dijo fue: -Dios te va a castigar. Se fue de la cocina hacia el baño riéndose a carcajadas.