Estaba callada, extrañamente callada. Era inusual ese estado; la panza me pesaba bastante y quería salir cuanto antes del examen. Esa estadía corta en Facultad de Derecho, nos había pasado factura pues habíamos imaginado solamente tres o cuatro meses ahí en esos salones. La promesa del rector interventor de turno había sido un fiasco. Seguiríamos en esa situación de prestado bastante tiempo más. Y eso incomodaba. La autonomía se hacía esperar. Pertenecíamos a una diáspora que dócilmente se parecía a algo universitario; un servicio de enseñanza que perduró, en esa condición años y años como una escuela dependiente del rectorado.

Éramos cerca de trecientos estudiantes en total, nos conocíamos con algunos grupos y a veces preparábamos los parciales entre tres o cuatro compañeros. Estábamos esa vez, en el salón 35 y generalmente me tocaba sentarme rodeada por dos o tres militares de alto rango que siempre me trataban muy bien. Esa actitud me predisponía, incomodaba y asustaba; -maldita la letra inicial de mi apellido que coincidía justo con la de ellos.

Llegó el profesor pidiendo repartir las hojas para la aplicación del examen y aprovechando ese entrevero del reparto, Dalmaz, así se llamaba uno de los generales me preguntó a viva voz: -¿qué nombre le vas a poner?

Me hice la desentendida pero insistió. Estaba exactamente a mi costado derecho y dije suave para que no se escuchara: -María Bernardita.

Me miró y contestó:-Horroroso, que nombre más horroroso.

Se hizo un silencio sepulcral aprovechado por otro de los amigos de Dalmaz que soltó una carcajada y vociferó: -Feíto el nombre, una lástima, hay tantos otros para ponerle.

El profesor seguía haciendo circular las hojas y nunca me di cuenta si se había percatado de la situación.

Me quedé inmóvil; pero casi enseguida reaccioné de manera instintiva: -Qué bueno que no te guste, porque vos Dalmaz no sólo tenés un nombre feíto, como dice el compañero acá y lo señalé ostensiblemente, sino que además, sos tan mal bicho che, tratá de no molestarme más.

Me llegó la hoja para el examen, lo hice y entregué. Estaba segura había hecho un examen excelente.

Al mes nos entregaron los resultados; había perdido. Cuando pregunté por qué, me contestaron que había una firma en la hoja de examen que no existía para la bedelía; María Bernardita.