Amanecía. Con una bruma diferente, el campo parecía infinito a las 5 y 20 de la mañana porque al clarear ese día, se veía todo como un cuadro que se le había puesto un velo gris para taparlo. Ciro, uno de los peones más experimentado y “favorito” del viejo Teodoro se levantó presuroso y se metió las botas a la disparada, despertando a los gritos a los demás que dormían en esa pieza.

-Vamo vamo vamo… hay que llevar pa los bretes a los borregos que después tenemos que dar toma. No se me duerman carajo que después se nos arma. Ayer nos dijeron lo de la preparación y ya está todo pronto. Le pedí a Mulata que para dentro de dos horas nos tuviera algo pa comer, por ahora solo unos mates vuelta y vuelta y ta. Son pocos los borregos así que vamos a terminar pronto. Usté venga! -refiriéndose a Zenón, un peón joven que era el que daba el antiparasitario-. Había aprendido el oficio hace tiempo y era requerido en los campos vecinos cuando llegaba el tiempo del destete. Zenón era un peón de unos 28 años, retacón, bastante chueco, cejas siempre arqueadas como signos de interrogación, y mucha baquía para tomear. Siete años de práctica le precedían. Don Teodoro, el Viejo, le tenía confianza y fue con ellos hasta la manga. Era uno más de la partida compuesta por cuatro peones. La niebla no se disipaba a pesar que ya eran las 6 de la mañana. Ciro era el capitán del cuadro; dirigía la marcha. A su lado iba el Viejo tratando de armar una chala e imponiendo su enorme figura les decía a los otros:

-No está lejos la manga, vaya Zenón y traiga los materiales que tiene en la casa, a la entrada ahí nomás enseguida, se va a dar cuenta porque están cerca los tomeros en un balde con la preparación como hicimos el año pasado, se acuerda ¿no?

Zenón apuró el paso y entró en la casa para retirar la preparación, olió los perfumes de la cocina y entró, un ratito nomás, para estar más cerquita del aroma del dulce de membrillo casero que se estaba calentando para unos pasteles. El olor era tan penetrante que por un momento detuvo su marcha y se sentó a disfrutar. Así lo encontró doña Chela encargada junto con Mulata, de la elaboración de los pasteles. Le sacudió el hombro y le dijo a viva voz: -¿Qué pasa Zenón? Rápidamente éste se despabiló y dijo que venía a buscar la preparación para los borregos.

-Ahhh doña Chela con permiso, ya me iba.

Salió del sopor emprendió la retirada y fue a buscar a la entrada de la casa, lo dicho por el Viejo. Trató de olvidarse momentáneamente del bálsamo que suponía el membrillo pero no pudo; Mulata dándose cuenta de la situación le dio un platito con el dulce pero por angurriento al comer se quemó y salió más rápido de lo que entró. Agarró los baldes sin fijarse que había. Eran cuatro baldes negros, distinguió las tomas y agarró dos al boleo con la preparación. Sabía que la misma estaba en un balde pero adentro tenía que haber un frasco con la suspensión oral. Tomó los baldes y se dirigió de manera torpe a la manga donde ya estaban esperándolos, Don Teodoro bastante impaciente y la cuadrilla de peones que iban a colaborar. Ciro intentó calmar los ánimos del Viejo pero éste, además de no haber conseguido armar la chala, estaba rabioso por la demora de Zenón. Ya tenían más de una docena de borregos toditos prontos para la toma y se vio dudar a Zenón. Pa qué..!

Zenón empezó a mirar los dos baldes y se decidió por uno, pues en los dos había frascos con soluciones similares en cuanto al color. Mientras Ciro y demás apretaban en el brete a los primeros borregos, Zenón preparaba los tomeros e iba introduciendo por boca en cada uno de los animales el antiparasitario. Llevó más de dieciocho acciones y terminó la misión. Borregos desparasitados.

Corrió disimuladamente con el pie el otro balde sobrante para que el Viejo y Ciro no se dieran cuenta. Eran ya cerca de las 7 de la mañana, hora más que suficiente para tomar el desayuno prometido por Mulata y doña Chela. Leche ordeñada del día anterior guardada en un tanque refrigerante y en ese momento hervida con cebada en polvo. Zenón dejó el balde cerca de la manga y cuando entró en la casa para dirigirse a la cocina notó que faltaban los otros dos baldes y ahí cayó en la cuenta…Recordó el olor de la cebada puesta en boca de los borregos…Ya era tarde para avisar del error. Se sentó aceptó los pasteles horneados con el dulce casero y comió junto con los demás integrantes de la partida.

Comió y tomó la leche calentita y los pasteles ya entibiados. A las 5 de la tarde vio que dos de los peones vomitaban y discutían su pasaje al baño. Sonrió y prefirió olvidar el error, hasta que le vinieron retorcijones en la panza y salió la flatulencia con mucho ruido y posterior descarga. A lo lejos y peleando por la entrada al baño vio a Mulata con un balde y una mirada pícara, pasó al costado y le dijo tipo susurro:- Por suerte doña Chela no desayunó lo mismo que ustedes y el Viejo estaba en otra. Me di cuenta abombao, cambiaste los baldes y no pude avisarte, pensé te ibas a dar cuenta. A los borregos no les va a pasar nada pero pa sacar el antiparasitario en ustedes…una lotería. Ciro…no te va a perdonar por bruto. Ahí nomás está peleando el también por el baño. No quiero ni ver al Viejo. Se hizo la señal de la cruz y se marchó con el balde colgado tipo cartera de ciudad.